Identidad Social y paradigma de grupo mínimo

Henri Tajfel propuso la Teoría de la identidad social, en la que nos explica como el concepto que un individuo tiene de sí mismo puede explicarse a través del grupo al que pertenece, además nos habla que su forma de actuar varía según el grupo en el que se encuentre. Los grupos a los que pertenecemos nos definen y forman parte de nuestra auto valoración estableciendo bases para nuestra autoestima. Por esta razón nos sentimos tan bien cuando coincidimos con personas que les gusta nuestro mismo equipo o un grupo musical y se forman vínculos fuertes entre si aun cuando no conocemos del todo a esa persona. La teoría de identidad social se desarrolló con investigaciones realizadas por este psicólogo y su equipo, y fue el paradigma del grupo mínimo que acabó inspirando esta teoría.

Las investigaciones fueron llevadas a cabo en el laboratorio empleando el paradigma del grupo mínimo que consiste en clasificar a las personas en dos grupos con una categorización mínima que cumplía tres requisitos:

  1.  La categorización era arbitraria y completamente novedosa. Es decir, la distinción endogrupo (mi grupo) /exogrupo (el otro grupo) no tenía ningún significado en el mundo real.
  2. La categorización era anónima, los participantes no interactuaban cara a cara ni con miembros de su grupo ni con los del exogrupo.
  3. Las respuestas de los participantes no acarreaban ningún beneficio personal.

En uno de los experimentos seleccionaron a un grupo de estudiantes británicos que creía que iba a participar en un estudio sobre toma de decisiones. Los participantes fueron asignados aleatoriamente a uno de los dos grupos, aunque se les dijo que la distribución respondía a la preferencia por las pinturas de Kandinsky o las de Klee. La tarea que tenían que hacer consistía en distribuir dinero entre dos posibles destinatarios con los que nunca interactuaban y estaban identificados solo mediante un código y su pertenencia a un grupo (en el caso de este experimento al grupo de las pinturas de Kandinsky o las de Klee). Los resultados mostraron que los participantes tendían a favorecer a los miembros de su propio grupo, es decir, aquel que coincidía con el pintor de preferencia.

En estudios posteriores se realizó otro tipo de categorización para eliminar la posibilidad de que infiriera la semejanza con los demás miembros del grupo. En este caso se categorizaron en dos grupos (X e Y) a los participantes sin ninguna explicación y se sustituyó el dinero por puntos sin valor económico. ¿Te imaginas que paso verdad? Pues si, los participantes escogían a las personas que tenían su misma letra aun cuando no sabían absolutamente nada de la otra persona.

Cientos de experimentos apoyan la hipótesis de que la mera categorización social produce favoritismo endogrupal, y esta aparece cuando se asignan rasgos positivos, pero no cuando hay que distribuir castigos.

Por esta razón, tendemos a categorizar al grupo con el que nos identificamos (endogrupo), como parte de nosotros dotándolo en su mayoría de casos de cualidades positivas, mientras que a las personas que pertenecen a otros grupos (exogrupos), los categorizamos como adversarios o diferentes a nosotros otorgándoles mayormente cualidades negativas o llegando en ocasiones a la discriminación (en el caso de los experimentos del paradigma asignándoles menos recursos al exogrupo). 


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